“Alquile úteros femeninos” por Lidia Falcón

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“En Madrid, en un hotel de gran prestigio se va a celebrar el mes de mayo una Feria de Vientres de Alquiler. Así, tal como se lee.

Desde hace tiempo los lobbies -ahora se le ponen nombres elegantes a las diversas organizaciones criminales- han organizado un nuevo negocio: disponer de mujeres pobres dispuesta a ser artificialmente implantadas para gestar un hijo que le entregarán al personaje contratante, a cambio de alguna cantidad de dinero. Para disfrazar lo que es el colmo de la explotación que convierte en mercancía a los seres humanos, se habla de colmar los deseos de pobres parejas infértiles –pobres en espermatozoos u óvulos ya que no económicamente- que desean ardientemente poseer un niño o niña como se desea un coche nuevo. Más necesitadas aún de esta transacción se hallan las parejas homosexuales, mayoritariamente masculinas. Porque cuando hay dinero todo se puede comprar.

En España esta clase de transacciones está prohibida, pero la presión de las diversas mafias, la que trafica con seres humanos, la de homosexuales, la de aprovechados de esta nueva tendencia, como el partido Ciudadanos que se propone legalizarlas,  está sirviendo a que se cree una opinión pública que considere legítimo, y hasta solidario, que haya unas mujeres que presten su útero para gestar los hijos de otras. Y que una vez paridos sean entregados a sus “legítimos” propietarios, que para eso han pagado. Parece que no está teniendo suficiente influencia la repulsa hacia semejante repugnante utilización del cuerpo y las capacidades reproductivas de las mujeres, que las más honestas mentes de nuestros círculos intelectuales, filósofas, juristas, sociólogas, escritoras, artistas, ha manifestado ya públicamente, en un certero manifiesto No Somos Vasijas.

Como dice Leonor Tamayo “el negocio del alquiler de vientres no tiene nada de altruista sino que se trata de una actividad comercial en la que las agencias se lucran a costa del sufrimiento de los padres infértiles y la vulnerabilidad de las mujeres en situaciones desfavorables y así se desarrolla todo un negocio de selección con proceso de calidad de mujeres y posibles futuros bebés. Un servicio que se puede definir como de explotación de mujeres pobres para satisfacer el deseo, o capricho, de los ricos.”

Como siempre,  los publicistas, medios de comunicación, partidos políticos e ideólogos pagados por los lobbies inundarán las redes sociales y los periódicos con frases enternecidas y almibaradas acerca de las motivaciones altruistas y solidarias de las que se han prestado a semejante “servicio”. No hay mejor manera de ocultar la obscenidad del afán de lucro que hablar de moral y sentimientos. Nos contarán los casos más tristes de mujeres infértiles que han deseado ardientemente tener un niño propio en los brazos y que hicieron felices unas muchachas jóvenes y capaces de gestar, a las que se les agradeció adecuadamente su esfuerzo.

Lo que no nos explicarán ninguno de esos propagandistas de la “solidaridad femenina” es que para proceder a la fertilización artificial se debe extraer el óvulo a la que será portadora del feto, la mayor parte de las veces más de uno. Para ello se le proporcionan unos bombardeos de hormonas que provocan que los ovarios produzcan diez veces más óvulos que normalmente. Hay que extraer después, por vía vaginal, esos óvulos que serán inseminados in vitro y vueltos a introducir en el útero de la paciente. Si la primera implantación no tiene éxito se repite la operación tantas veces como sea necesario. De esos bombardeos hormonales se siguen diversos trastornos a la víctima: sintomáticos como mareos, náuseas, cansancio, hemorragias posteriores, u orgánicos. Varios hospitales estadounidenses ya han declarado el riesgo de que se produzcan cánceres de mama o de ovarios a las que se someten a semejantes “tratamientos”.

Lo que no difundirán ninguno de esos voceros son las motivaciones económicas de semejante negocio. Ya que únicamente la pobreza puede hacer aceptar a una mujer semejante espuria utilización de su cuerpo, con el dolor añadido de ver arrebatársele el niño que ha gestado durante nueve meses.

Lo que tampoco denunciarán es que en este momento existen “granjas de gestantes” en varios países, entre ellos Pakistán, India, Tailandia. Allí acuden mayoritariamente los homosexuales  necesitados apasionadamente de haber dejado semilla en este mundo y la mafia que lo organiza tiene a su disposición clínicas y médicos que proceden a la fertilización de la muchacha escogida. Busquen las fotos de decenas de jóvenes, casi adolescentes, estabuladas en diversas casas donde las agencias de esa reproducción mantienen durante nueve meses a las gestantes, para después del parto entregarles el “producto” a los compradores. A ellas les pagan cantidades ínfimas, de las que se les resta los gastos de su alimentación, por ese “trabajo”. Las mafias de la trata de personas han encontrado una nueva fuente de ingresos, que además no comporta los riesgos de la trata con fines de explotación sexual, porque en los países donde se contrata la gestación está permitida. Allí van a abastecerse los ricos y caprichosos del mundo.

Pero en España tienen un inconveniente: que al no estar permitido el alquiler de vientres femeninos el niño fabricado de tal manera no puede ser inscrito en el Registro Civil si no se acredita la maternidad auténtica. Esta imposibilidad legal se está sorteando  alegando el interés del menor. Es decir, que como es necesario que el hijo tenga una partida de nacimiento, so pena de quedar en el limbo legal, habrá que permitir que los señores que han comprado el bebé puedan inscribirlo a su nombre. Una estúpida sentencia del Tribunal Supremo reconoce ese derecho, como he dicho, en “interés del menor”. Y por ahí se empieza. Nosotros prohibimos que usted alquile en España a una desgraciada que por dinero se va a dejar hormonar, implantar un embrión, gestarlo y parirlo, pero si lo hace en otro país y trae aquí la mercancía ya concluida, no tendremos más remedio que permitirle que le de su sello de fabricación.

Semejante doctrina es además de inhumana ilegal, ya que nuestra legislación establece que todo ser humano tiene la obligación de estar inscrito en el Registro Civil, y si no se conoce la filiación auténtica se le pondrán unos apellidos de uso común. Si además se trata de un menor hay que protegerlo y en consecuencia el Estado se hace cargo de su cuidado, alimentación y educación. Pero si en esos casos se hubiera aplicado la legislación vigente se le hubiera sustraído la guarda y custodia del niño a los padres compradores e internado en un establecimiento adecuado, lo que los ricos traficantes no hubieran podido admitir. Quizá de tal modo se habría desanimado el negocio, pero nunca se sabe quien cobra de los que dictan sentencias semejantes.

El gasto que supone viajar a Tailandia o a Pakistán para comprar el niño y este fastidioso trámite de la inscripción en el Registro Civil, es lo que está impulsando a las agencias y a los deseosos padres, a lanzar en España la campaña de legalización de los “vientres de alquiler”, que tiene un hito importante ahora en esa Feria, de la que, como publicitan, puede usted salir con un hijo en gestación. En los catálogos de la Feria de Vientres de Alquiler se anuncian posibles gestantes de todas las edades y razas, para todo tiempo. Como si de una Feria de ganado se tratara. Alquile úteros, fabrique niños de probeta, utilice muchachas para conseguir el hijo como una mascota, y después hablemos de Derechos Humanos, de igualdad de sexos y de oportunidades, de mercantilización de las mujeres.

Este es uno más de los triunfos del Capital, que como ya hace 150 años definió Marx, sólo persigue el beneficio. A costa de lo que sea. Y en la actualidad, como nos explica Naomí Klein en La Doctrina del shock, el triunfo de las tesis de la Escuela de Chicago, implantada en todo el mundo desde hace 40 años, ha conducido a los gobiernos cooptados y comprados por el Capital,  a considerar cualquier negocio lícito, válido y recomendable siempre que proporcione beneficio.

Esa Feria, al parecer, la han permitido el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Ciertamente siempre me pregunto para qué sirven las leyes en nuestro país”.

Fuente: Público.es