Mercado, vientres de alquiler, prostitución

Beatriz Gimeno pone en el debate un hecho que marca una gran diferencia : la diferente posición de quienes defienden unas u otras posiciones : «Donde hay dinero hay mucho esfuerzo por crear hegemoní­a ideológica y cultural. Y hay resultados tambén».

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Parece que el debate sobre los vientres de alquiler va a dividir a las feministas exactamente igual que el de la prostitución. Y no es extraño. Creo que, para empezar, no estarí­a de más reflexionar por qué los temas en los que parecemos incapaces de ponernos de acuerdo son aquellos en los que hay empresas muy poderosas de por medio; empresas que, casualmente, no aparecen nunca en el debate intrafeminista, aunque podemos imaginar que de alguna manera tienen que condicionar las polí­ticas que les afectan y desde luego deben condicionar una parte del discurso; cualquier empresa de cualquier sector lo haría.

No es posible un debate real si no entendemos que no estamos debatiendo de lo mismo, ni con los mismos medios. A un lado habrá gente convencida y posiciones ideológicas puras, no lo dudo, pero hay mucho dinero en juego y hay poderosos lobbies funcionando. Del otro, hay posiciones ideológicas que pueden estar equivocadas, pero no hay dinero. Y esto lo condiciona todo. Al menos deberíamos hacer visible esa diferencia. Donde hay dinero hay mucho esfuerzo por crear hegemonía ideologica y cultural. Y hay resultados también.

 Ambos debates tratan de lo mismo, de la libertad individual frente a lo social, del poder del mercado en definitiva, aunque aquí añadimos la cuestión patriarcal, que no es poca cosa. No hablamos sólo de prostitución y vientres de alquiler o, al menos, yo no lo hago. Yo hablo de óvulos, sangre, órganos, trabajo, niños/as y todo aquello que es, o puede ser, objeto de compra/venta en el neoliberalismo. Yo hablo de cómo se construye y se entiende la libertad individual en todos esos casos y muchos otros. Hablo por tanto de estructuras sociales y económicas, y hablo de que no entiendo por qué quien es capaz de ver la estructura en muchos casos, no la ve cuando hablamos de mujeres; por qué quien denuncia como injusto que vayamos a un sistema en el que los pobres se vean obligados a vender su sangre como en el siglo XIX, les parece bien en cambio que eso mismo lo hagan las mujeres con las partes o capacidades de sus cuerpos que les son propias y que demandan los mercados.

Parece ser que ver la estructura económica neoliberal es mucho más fácil de ver que la estructura patriarcal, por más que las feministas digamos tenerla siempre en cuenta. La razón de esto la conocemos: absoluta naturalización de la posición social, sexual, económica de las mujeres, naturalización del funcionamiento sexista de las instituciones culturales, polí­ticas, económicas, simbólicas etc.

Emilia Arias ha escrito un artí­culo  en el que se hace eco del debate suscitado recientemente con el manifiesto #nosomosvasijas y se hace también una serie de preguntas retóricas a las que quiero contestar. Sus preguntas me parecenían retóricas porque, como ocurre con la prostitución, la mayorí­a de la gente que se hace preguntas respecto a estos temas, tiene sus respuestas decididas de antemano y casi nadie asume la posibilidad de cambiar de opinión dependiendo de las respuestas.

1.¿Estamos siempre frente a un abuso de poder o también frente a estrategias adoptadas desde la libertad individual para cambiar o mejorar determinadas condiciones de vida?

Obviamente siempre que alguien hace algo sin tener una pistola apuntándole es porque ese algo mejora sus condiciones de vida. Cuando las mujeres de Bangladesh trabajan por 2 dólares al mes eso es mejor que no ganar absolutamente nada. Cuando aquí­ aceptamos salarios de 700, es mejor que nada y firmamos esos contratos con nuestra propia mano. Estamos ante el argumento neoliberal por excelencia. Aquí­ no hay esclavos/as, sino gente que acepta las condiciones dadas. Es el eterno tema de la libertad individual frente a lo social y lo polí­tico en el neoliberalismo. El sistema crea las condiciones necesarias para que mucha gente tenga que «optar» por hacer justo lo que el sistema exige y necesita.

En el caso de las mujeres, el sistema que las condiciona es doble: patriarcal y neoliberal y las condiciones de partida son siempre peores, las opciones más limitadas. Pero sí­, casi todo lo que hacen las mujeres son estrategias para mejorar sus condiciones de vida, por supuesto, y considerar que eso es lí­cito no exime de analizar crí­ticamente las opciones que se les presentan a las mujeres. Máximo respeto a sus decisiones, lucha sin cuartel contra el sistema.

2- ¿Hay mujeres que pueden hacerlo por generosidad?

Naturalmente, pero numéricamente son muy pocas. Si Emilia Arias hubiera revisado las leyes existentes hubiera visto que hay varios paí­ses en los que la donación de vientres está permitida (y yo soy partidaria de estas leyes). Es un acto de enorme generosidad al que no me opongo. ¿Cuál es el problema entonces? Que sólo se dona por amor y generosidad: una amiga por un amigo querido, una madre por una hija o una hermana por otra. No hay donaciones a desconocidos (o serían mínimas), de la misma manera que nadie dona un riñón a un desconocido, aunque sí a un hijo o a una amiga.

Gran Bretaña es un ejemplo. En ese paí­s, la donación está permitida pero un juez vigila que no haya dinero por medio. ¿Resultado? Sin dinero no hay apenas casos y no se cubre ni por asomo la demanda, que sigue acudiendo a los paí­ses pobres o, en caso de tener mucho dinero, a EE.UU. Allí se ha abierto un sistema en el que las mujeres de clase media baja pueden ganar un dinero que les es muy necesario para cubrir necesidades como seguros médicos o universidad para los hijos/as. Los padres/madres subrogantes, así como las empresas, se esfuerzan en decir que ellas no lo hacen por dinero, pero si no tienes varios miles de euros no hay niño/a. Seguramente, las mismas mujeres piensen que lo hacen por generosidad.

De todas formas, no está de más consultar las muchas asociaciones de mujeres arrepentidas de haberlo hecho y a las que la experiencia les ha destrozado la vida. Como en el caso de la prostitución, sólo vemos y atendemos a la parte que nos da la razón en nuestros argumentos. Y la parte que nos da la razón oculta una ingente cantidad de dolor humano que pasa completamente desapercibida en el debate. En ambos debates parece mucho más importante tener razón que empatizar con el dolor ajeno.

3- ¿Por qué si puedo vender fuerza de trabajo, no puedo vender mi capacidad reproductora?

No es lo mismo, porque cultural, simbólica y subjetivamente no es lo mismo. En todo caso, no hay aquí espacio para argumentarlo. Pero, para empezar, está por ver que lo que se venda sea la capacidad reproductiva. Lo que se vende es un niño/a. Alguien da dinero y alguien les entrega un niño o niña.

¿Qué diferencia hay entre encargar un niño por dinero o comprarlo una vez ya nacido? No encuentro ninguna. ¿Es lo mismo vender la fuerza de trabajo que a los niños/as? Bueno, para el neoliberalismo sí­, de hecho la escuela neoliberal de Chicago tiene varios trabajos en los que se defiende que deberí­a abrirse el mercado de niños pobres. Su argumento es impecable: hay niños pobres que nadie quiere, hay ricos que quieren a esos niños/as: venderlos es lo más eficiente. Para las personas antineoliberales no. El mercado no debe regular las relaciones humanas, ni las personas pueden ser objeto de compra/venta.  Es una cuestión puramente ideológica: Aquí­ hay poco que debatir, se trata de lucha polí­tica.

4- ¿Por qué no regular para así­ mejorar los derechos de las mujeres?

Tampoco esta pregunta tiene respuesta porque es igualmente ideológica y polí­tica. Se regula desde y para el régimen polí­tico y económico imperante, esto es, se regula desde el mercado y para el mercado. Muchas pensamos que hay cuestiones que deben mantenerse fuera del mercado. En todo caso, los 600 euros de salario están regulados, el trabajo por 2 dólares en la India está regulado. Eso es lo que dice la Escuela de Chicago de la compra/venta de niños/as, que su regulación abriría un enorme mercado en mejores condiciones para todos/as. Al fin y al cabo ya se venden niños y niñas, pero la falta de regulación hace que esto se haga en malas condiciones.

Cierto, desde el punto de vista neoliberal, es incluso posible que esa regulación trajera mejoras a esos niños/as. Esto es como la pregunta 1 y la libertad. Si regulamos el trabajo infantil o el trabajo esclavo, algo mejorarían estas personas pero esa no es la cuestión. Muchas personas defendemos una ética social en la que no sea el mercado el mecanismo que regule la vida. Luchamos por expulsar al mercado de nuestras vidas. Luchamos también por hacer visible la estructura neoliberal y patriarcal que aquí­ se da por naturalizada, como si no hubiera otra posibilidad, otro mundo posible, y a la que se atribuye incluso capacidad para mejorar la vida de las mujeres.

5- Vigilemos que los contratos que se establezcan no sean abusivos y les dejen capacidad para decidir a las gestantes en todo momento.

Ah, el contrato! para la ideologí­a neoliberal el contrato expresa siempre la voluntad de las partes y por eso se sobrepone a todo;  es sagrado. El contrato sobre un niño por nacer es legal solo en EE.UU y en paí­ses muy pobres.  En la mayorí­a de los paí­ses, sin embargo, un contrato sobre un niño o niña por nacer es nulo de pleno derecho porque ninguna mujer puede contratar nada sobre un niño o niña que no ha nacido, que no le pertenece a ella (ni a nadie) porque no es una cosa, nadie puede entregarlo, venderlo, enajenarlo y en caso de que ella no lo quiera (y tiene derecho a renunciar a él o ella) es el Estado el que debe hacerse cargo de que se le encuentre la mejor familia posible y no quien está dispuesto a pagar. No puede haber un contrato que obligue a entregar por dinero a un niño o niña que aun no ha nacido y que, además, no es tuyo ni es una cosa.

Desde nuestra posición ideológica no se puede firmar un contrato para entregar un niño o niña a cambio de dinero a nadie. ¿Nadie encuentra que es contradictorio examinar atentamente a los padres/madres que van a adoptar y que en cambio cualquiera pueda comprar un niño/a? Esta es una de las grandes victorias del negocio reproductivo, junto con venderlo como un avance de la libertad (incluso de las mujeres)

Finalmente, este debate nos va a enfrentar igual que el de la prostitución, sí. Pero se equivoca quien piensa que a este lado es un bloque; de hecho, creo que es más diverso que el otro. Tenemos muchas divergencias sobre qué hacer, cómo actuar sobre la prostitución o los vientres de alquiler. Estamos en desacuerdo sobre las soluciones y sólo nos une una cosa: ¡Es la estructura! Este debate no puede hacerse en el vacío social, como si todas fuéramos libres e iguales, como si no existiera patriarcado ni neoliberalismo.

Como si el deseo de los ricos  de tener hijos generara un derecho, como si la situación de mayor pobreza de las mujeres con respecto a los hombres fuera casualidad, como si los hombres tuvieran unas necesidades sexuales misteriosas que tienen derecho a satisfacer sin que nadie se pregunte por qué y, si esto es así, por qué ellos sí­ y nosotras no; porque nosotras estamos en el lugar de las putas y ellos en el de los puteros, porque ellos compran y nosotras vendemos; porque en la India hay granjas de mujeres y no en EE.UU; por qué se venden los cuerpos de las mujeres y no los de los hombres; porque nos parece mal abrir el mercado de órganos y no el de óvulos o vientres.

¿Cómo es posible escribir de esto ignorando el efecto que produce la apertura de cualquier mercado sobre la desigualdad Norte-Sur o entre clases sociales? ¿Ignorando que siempre que se abre un mercado, se obliga a lxs pobres a entrar en él, quieran o no; que así­ funcionan los mercados? ¿Cómo es posible escribir tantos artí­culos a favor de la prostitución o los vientres de alquiler sin mencionar siquiera ni el neoliberalismo, ni el patriarcado y en los que el supremo argumento es siempre la libertad individual? Eso puede hacerlo una persona neoliberal pura pero ¿nosotras? ¿El feminismo?

Ni siquiera el aborto es un derecho individual y por eso tiene que estar inserto en una cadena de derechos sociales que le den sentido; de otra manera sería sólo un privilegio de las ricas y no un derecho social. De la misma manera que no queremos que el aborto sea un derecho ligado al mercado, tampoco queremos mercantilizar los demás aspectos de las vidas o los cuerpos de las mujeres; tampoco de lxs niñxs.

Estoy de acuerdo en que las respuestas a estos temas no son nada fáciles; estoy de acuerdo en que hay que debatir mucho más, pero o debatimos desde una base mí­nima común (es la estructura, es el mercado) o entonces es imposible ningún debate. Mucha gente ha gritado que «no somos mercancí­a en manos de los banqueros y las empresas» pues seguimos gritándolo y gritamos además que las mujeres tampoco.