Kika Fumero: «¿Me prestas altruistamente tu útero, por favor?»

Kika Fumero.

Profesora y Coeducadora. Master en Violencia de Género por la UNED y Master en Estudios de Género y Políticas de Igualdad por la ULL. Investigadora e integrante de la Asesoría Coeducativa «Las Contadoras de Igualdad».

Me pregunto si ser lesbiana y posicionarte en contra de la llamada “gestación subrogada” equivaldrá a que se caiga la G de mi larga trayectoria de activismo por los derechos Lgbti. Pero resulta que, además de lesbiana, soy feminista, y mi manera de entender el feminismo me impide aceptar cualquier abuso hacia las mujeres y todo tipo de mercantilización de nuestros cuerpos.

Bastante tenemos con lidiar constantemente con la imposición de la maternidad que de manera tan dulce y sibilina nos inyecta el patriarcado a las mujeres, como para tener ahora que tragar que la maternidad (ese deseo instintivo y natural que llevamos las mujeres en ese gen aún por descubrir), no sólo es un deseo maravilloso y encantador, sino que ahora, además, quieren convertirlo en derecho.

¿Y la paternidad? Pues otro gen biológico no identificado y, por tanto, otro derecho a tener en cuenta. Y digo yo: si de verdad desean ser padres y/o madres (algo que considero más que loable), ¿por qué no recurren a la adopción? Si en realidad piensan – como yo misma pienso también – que “la maternidad no se limita ni se reduce ni equivale a engendrar y a parir, sino que ser madre o padre implica la crianza y educación de un ser humano”, la adopción es una opción maravillosa, porque exalta en las personas adoptantes el mismo altruismo que resaltan de las madres gestantes que alquilan sus úteros las empresas que están tras los vientres en alquiler. La gran mayoría de mujeres que desean la maternidad y no pueden gestar una criatura, recurre a la adopción; o bien desiste y no tiene descendencia.

La maternidad subrogada –como insisten en llamarla– es “una técnica mediante la cual una mujer , previo acuerdo de las partes, presta su útero para engendrar al hijo/a de otra/s persona/s, es decir, se compromete a llevar adelante un embarazo y a entregar al bebé en el momento del nacimiento a una pareja, renunciando a sus propios derechos como madre”.

El pasado fin de semana tuvo lugar en Madrid un feria sobre Vientres de Alquiler. Aunque este tema lleva años en discusión dentro del colectivo Lgbti, quise acercarme por primera vez a los profesionales de este inmenso negocio y escucharles. He de decir que lo primero que me llamó la atención fue el hecho de que las fotos y las grabaciones estuvieran, según normas impuestas por la organización, prohibidas. Lo cierto es que en este aspecto fueron astutos y, lejos de celebrar la feria en lugar público, la organizaron en un lugar privado: en las instalaciones de un hotel, por lo que es totalmente lícito prohibir la fotografía.

En el primer stand al que me acerqué me trataron enseguida como futura mamá y me ofrecieron información, no sin antes preguntarme si ya teníamos los embriones. Les pedí información sobre Canadá y Grecia y me dijeron que mejor Ucrania o Rusia, ya que eran países que mucho más baratos. “En estos países, el total asciende a 50.000€ mínimo; en Grecia y Canadá el precio se dispara”. ¡Vaya, qué casualidad! No pude evitar que me llamara, cuanto menos, la atención. Sobre todo porque en Ucrania el precio incluía un número ilimitado de intentos y en Rusia, tan solo dos. Y tanto en Ucrania como en Rusia la situación legal para traerte a tu hijo/a luego a España y registrarlo/a está lejos de ser efectiva y segura.

Les pedí información sobre Canadá y Grecia y me dijeron que mejor Ucrania o Rusia, ya que eran países que mucho más baratos. (…) En Ucrania el precio incluía un número ilimitado de intentos y en Rusia, tan solo dos.

Otra de las experiencias que me resultaron desagradables fue la facilidad con que se hablaba de precios y de embriones. No vengo del país de las mil maravillas y sé perfecta y minuciosamente lo que implica el mundo de los embriones, pero nunca lo había vivido como una materia prima que generas y trasvasas a un útero alquilado con el fin de que te devuelvan el producto final. Y todo por el módico precio de 50.000€ como mínimo en el sitio más barato, que aumenta según las condiciones personales y las complicaciones que se vayan dando por el camino. Embriones aparte, eso sí. Así que súmale con suerte unos 5000€ o 7000€ más, dependiendo si haces uso -o no- de un banco de semen y de la ovodonación, del lugar en que decidas llevar a cabo la producción de gametos o pre-embriones, y del éxito que tengas en que esos gametos se den a la primera, o no.

Fue imposible asistir a las dos primeras ponencias porque en cuanto abrían las puertas se cubría el aforo inmediatamente. En la primera, nos resignamos, pero en la segunda charla, cuando el público que quedó fuera se dio cuenta de que tampoco a esa podía asistir, hubo reacciones muy desbordadas. Y lo entiendo: madres desesperadas venidas de muchos rincones de la península, gastando sus últimos cartuchos económicos y psíquicos. Tanto la reproducción asistida como la fecundación in vitro te someten a una montaña rusa emocional que conlleva un desgaste físico y psíquico considerable. Así que entendí esas reacciones que algunos tacharon de desproporcionadas.

La primera charla de la tarde no quise perdérmela, porque era la que más me interesaba. Quería saber cómo se trata a las madres gestantes. La charla llevaba por título Eleccion y relación con la gestante y era a cargo de una agencia de gestación subrogada de Estados Unidos, la más antigua a nivel mundial, ya que llevan más de 36 años prestando estos servicios. En EE.UU. el coste mínimo de este proceso supera los 100.000€, según los datos que nos ofrecieron. Ni por asomo tuvo esta charla tanto éxito de aforo como el resto, y no pude evitar hacerme la pregunta: “¡Qué extraño! ¿A nadie le interesa la relación y el trato con la gestante”. Desde luego hubo bastante gente, pero lejos del éxito que resultaron las charlas de por la mañana que iban sobre Situación actual de la Gestación Subrogada, Aspectos legales a tener en cuenta a la hora de elegir un destino, Gestación subrogada en Ucrania yGestación subrogada en EE.UU.

Aspectos que me resultaron incoherentes: por una parte, reconocen como madre a quien alquila su útero, aunque dicha mujer firma un contrato según el cual pierde todos sus derechos frente a su hijo/a; por otra parte, reconocen que no debemos olvidar que –cito– “la madre gestante es una mujer que hace un sacrificio para que ustedes sean felices al final de este proceso”. Sin embargo, en el discurso que utilizan para defender este proceso, hablan de que la madre gestante es mera portadora y cuidadora de tu bebé durante 9 meses, pero no será nunca su madre en el sentido literal de la palabra; y también nos venden a la madre gestante como una mujer altruista que está encantada de hacer feliz a otras familias. Algo no me encaja.

En todo momento se apoyaron en el hermoso valor de la maternidad; en la bondad angelical de las mujeres, que llegamos incluso a prestar nuestros cuerpos para hacer felices a los demás; en nuestra enorme capacidad de cuidadoras, que llegamos incluso a someternos a tratamientos muy duros y a un posterior embarazo (con todo lo que ello implica), supeditando un año (como mínimo) de sus vidas, bajo condiciones muy radicales –como la de reducir considerablemente su radio de movilidad– y con el único fin de dar felicidad al mundo. Porque a las mujeres se nos educa, como diría Simone de Beauvoir, en un “ser para otros” y bajo “la ley del agrado” definida por Amelia Valcárcel. No hay, dicen, prestación económica, solo compensación por el sacrificio que conlleva el proceso al que se someten. Dicha compensación económica, según contaron, no puede ser el principal motivo, aunque pudiera ser “una razón secundaria” (para los estudios de sus hijas/os, por ejemplo).

En todo momento se apoyaron en el hermoso valor de la maternidad; en la bondad angelical de las mujeres, que llegamos incluso a prestar nuestros cuerpos para hacer felices a los demás.

Se habló de que era importante tratar bien y cuidar con cariño a la madre que estaba engendrando al bebé y de dejarle, tras el parto, un tiempo de despedida a solas con quien acababa de parir. Al parecer, muchos padres “son un encanto durante el proceso y luego ‘si te he visto no me acuerdo’ y se olvidan de las madres gestantes” –palabras textuales de quien daba la charla–. Obviamente, no eran todos así, pero me parece un dato preocupante – como todos los expuestos hasta ahora–.

Hoy por hoy, en España la ley prohibe la gestación subrogada según el artículo 10 de la ley 14/2006, de 26 de mayo, sobre técnicas de reproducción asistida. Sin embargo, un grupo de padres homosexuales consiguieron en su día que la Dirección General de los Registros y del Notariado dictara la Instrucción de 5 de octubre de 2010, de la Dirección General de los Registros y del Notariado, sobre régimen registral de la filiación de los nacidos mediante gestación por sustitución.

Y yo me planteo: si hablamos de cifras económicas tan sumamente altas, ¿por qué no ponen ellos y ellas su altruismo y generosidad sobre la mesa y, si lo que desean son “bebés a estrenar” –y no valoran la adopción nacional y/o internacional como posible opción–, emplean su lucha en fabricar máquinas gestantes?  Que inviertan en investigación y ciencia y emprendan esa lucha en la que ellxs puedan ver cumplidos sus sueños y puedan convertir sus deseos en derechos. Ah, claro, que la bioética se les viene encima y en contra… Entonces, ¿qué dice sobre los vientres de alquiler la bioética mundial, en general, y la de este país, en particular? ¿O acaso cuando hablamos de cuerpos de mujeres la ética y la moral se van juntas de la mano a pasear?

Fuente: Tribuna Feminista