“La maternidad se idealiza, pero no se respeta.” .

Laura Freixas nos explica porque ha firmado nuestro manifiesto promovido por filósofas y juristas españolas contra el alquiler de vientres  y nos recuerda como «La maternidad se idealiza, pero no se respeta.»

 

 

No nos acordamos nunca, pero hace solo siglo y medio todavía había esclavos. Cuando era editora, en los noventa, publiqué la autobiografía de una mujer afroamericana que lo había sido, Harriet Jacobs. Una de las escenas más tremendas del libro retrataba la desesperación de una madre a la que acababan de quitarle a su hijo para venderlo. ¿Se lo imaginan?… Estar embarazada es una experiencia intensísima; y lo que se siente por una hija o hijo es volcánico, arrasador. En eso, ¿verdad?, estamos todos de acuerdo.

Sin embargo, ¡qué curioso!, ¿se han fijado ustedes en cómo suele representarse el embarazo? Trátese del anuncio de un gimnasio, de un reportaje sobre fertilidad o de una campaña contra el sida, la imagen es la misma: un vientre embarazado, sin cabeza. Como si la mujer, como persona, no existiera; como si el único protagonista fuera el nasciturus, y ella un recipiente. Sin cara: sin identidad, sin personalidad, sin sentimientos.

Y es que a las madres no se las mira de verdad, no se las escucha. Se da por supuesto que son maravillosamente felices, punto. La maternidad se idealiza, pero no se respeta. Culturalmente, no se valora: solo la publicidad, la autoayuda, hablan del embarazo y el parto; la alta cultura los desdeña. Económicamente, se penaliza: se traduce en que las mujeres son más pobres. Políticamente, está sometida al poder masculino. Ideológicamente, se presenta a las madres, y en general a las mujeres, un poco o mucho como objetos: cuerpos anónimos, susceptibles de ser comprados o alquilados. Es lo que ahora quieren hacer algunos, legalizando el alquiler de vientres: como si esos vientres no fueran personas; como si no tuvieran sentimientos; como si fuesen garajes o taquillas. Si esa práctica se generaliza (ya es legal en algunos países), ¡cuántas mujeres pobres van a gestar durante largos meses, van a parir con dolor y emoción, a hijas e hijos… a los que no verán nunca más! Pónganse en su lugar e imaginen cómo se sentirían.

Por todo eso, acabo de firmar el manifiesto promovido por filósofas y juristas españolas contra el alquiler de vientres cuyo título se explica por sí mismo: “No somos vasijas”. Bastante tremenda me parece ya la vuelta que estamos viviendo a una desigualdad económica y social digna de los años veinte, para aceptar que vayamos todavía más atrás, a los tiempos en que se compraban y vendían personas.

www.laurafreixas.com

Publicado en  La Vanguardia(Opinión), 18-6-15