Amparo Rubiales. Doctora en Derecho, socialista, feminista.
Ana de Miguel, profesora de Filosofía Moral y Política, estudiosa del feminismo, ha publicado muchos libros. El último, muy serio, de divulgación feminista, se llama Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección. Parte de que igual que la ideología neoliberal tiene como objetivo convertir la vida en mercancía, para el neoliberalismo sexual los cuerpos de las mujeres son también mercancías, y de ahí que, con normalidad, sigue existiendo, tolerándose, e incluso legalizándose, eso que se llama “el oficio más antiguo del mundo”: la prostitución. Su reflexión no parte del consentimiento de la prostituida, sino del prostituidor, palabra que no está recogida en la RAE, por razones que no alcanzo a comprender, pues existen millones de hombres que prostituyen y han prostituido a las mujeres a lo largo de los siglos, sin libre elección para ellas.
Nuestra primera discriminación tuvo que ver con que el sexo fue puesto al servicio del hombre para procurarles placer, además de asegurarles el cuidado, garantizando la reproducción de la especie. Hemos sido siempre vientres reproductores, ahora quieren que lo seamos también de alquiler. Es una nueva manera de usar nuestra función reproductora, que terminara siendo ejercida, como pasa con la prostitución, por las mujeres de escasos recursos económicos, mafias incluidas. Aseguran que ya existen granjas de mujeres en los países pobres para tener mercado disponible en respuesta a la demanda de los países ricos. Habrá que reflexionar sobre este asunto.
Ana de Miguel dice que “la igualdad no existe, lo que hay son nuevas formas de reproducción y aceptación de la desigualdad”, de ahí que se pueda afirmar que lalibre elección, no es más que un mito, en general, para las mujeres, en particular. Hay igualdad legal, pero no hay real, por mucho que hayamos avanzado, porque, además, la crisis nos ha hecho retroceder gravemente.
La libre elección es un mito para mujeres y hombres, pero buscamos hacerla más real de lo que hasta ahora ha sido posible.
El escritor John Irvin acaba de afirmar que “los derechos de gays, lesbianas y transexuales están avanzando más rápido que los de las mujeres”, entre otras cosas, porque “no hemos revisado ni la teoría de los derechos humanos, para que rompa con el modelo patriarcal, ni el esquema de las relaciones laborales, que continúa respondiendo a la división hombre proveedor/mujer cuidadora”.
La liberación de la mujer para la estructura patriarcal dominante es más difícil de aceptar que la diversidad sexual, porque esta no rompe sus cimientos, solo los resquebraja. La estructura patriarcal se asienta, escribe Ana de Miguel, en la machacona creencia de que como “ya hay igualdad”, cualquier acción que realicen las mujeres es fruto de la libre elección, demostrando que no somos libres ni para dejar el trabajo asalariado, cuando se decide ser madres, ni para dejar de ser putas y vivir del cuerpo. La libertad de tales elecciones no existe, colocando el énfasis en la socialización diferencial, en la vuelta al “rosa y el azul”: “una identidad rosa para las chicas y una identidad azul para los chicos”. Un ejemplo simbólico: a una bebe se le puede poner un chalequito azul, a un bebe nunca uno rosa. Hay quien piensa que son cosas anticuadas, porque ahora los visten con otros colores, pero desde la cuna se marcan las diferencias que producirán desigualdades.
Produce desazón comprobar cómo, pese a que que el mundo en el que han nacido las jóvenes de hoy es ya un mundo feminista, sin embargo, las relaciones entre las jóvenes y el feminismo es complicada. Como sigue siendo un estigma el feminismo, que transita entre el desconocimiento y la descalificación, sin ser capaces de lograr su aceptación con la normalidad que significa saber que es “una teoría, un movimiento social y una forma de vivir” (Ana de Miguel), que llevará a una sociedad más justa y feliz.
“El día en que la mujer puede amar con su fuerza y no con su debilidad, no para huir de sí misma sino para encontrarse, no para renunciar, sino para afirmarse, entonces el amor será una fuente de vida y no un mortal peligro” (Simone de Beauvoir) y habremos avanzado en la libre elección.
El feminismo no es cosa del pasado, como piensan algunas nuevas generaciones de mujeres, que luego se dan de bruces con una sociedad que las prostituye, las maltrata física y psíquicamente, las devuelve al hogar, en la que las tasas de paro femenino triplican las masculinas, ganan un 30% de media menos que los hombres y suma y sigue. La libre elección es un mito para mujeres y hombres, pero buscamos hacerla más real de lo que hasta ahora ha sido posible.
Este post fue publicado originalmente en el Diario de Sevilla.
Fuente: Huffington Post