Alicia Miyares.
Doctora en Filosofía. Profesora de Filosofía de Enseñanza Secundaria y profesora colaboradora de la Universidad de Oviedo.
“—Porque, desde luego —dijo Mr. Foster—, en la gran mayoría de los casos la fecundidad no es más que un estorbo. Un solo ovario fértil de cada mil doscientos bastaría para nuestros propósitos. Pero queremos poder elegir a placer. “
“Madre —repitió el director en voz alta, para hacerles entrar la ciencia; y, arrellanándose en su asiento, dijo gravemente—. Estos hechos son desagradables, lo sé.” (Un Mundo Feliz, A. Huxley)
(ALICIA MIYARES. Portavoz de la plataforma “No somos Vasijas)
Comienza a ser evidente que ni el feminismo, ni la libertad y capacidad de decidir de las mujeres son argumentos que se puedan esgrimir para justificar la práctica de vender o “donar” las capacidades reproductivas de las mujeres -embarazo y parto- a terceras personas. Por el contrario, se distorsiona el feminismo, la libertad y decisión de las mujeres si han de ponerse al servicio de los fines reproductivos de terceras personas. Se pervierte además el feminismo si se convierte en una mera estrategia de validación de cualquier acto llevado a cabo por una mujer o grupo de mujeres por el hecho de ser mujeres.
El feminismo como ideología que pretende transformar la realidad y expectativas vitales de las mujeres ha luchado por consolidar los derechos de las mujeres. Por lo tanto, el feminismo no es una teoría de las emociones que ante la disyuntiva derechos o deseos deba anteponer, por ejemplo, el “deseo de ser padres” al ejercicio de un derecho reconocido, ni puede tomar en consideración motivaciones emocionales por la cuales algunas mujeres, mediante contrato, renuncian de facto a la filiación y custodia materna que se determina por el parto. Por ello desde el feminismo decimos NO a regular en nuestro país la “gestación subrogada”.
El feminismo dice NO a considerar la “gestación subrogada” una técnica de reproducción asistida o “donación”: El embarazo y parto es una verdad material y biológica, no una técnica. Suponer que el útero de una mujer, el embarazo y el parto son “técnicas reproductivas” deshumaniza las capacidades reproductivas de las mujeres asimilándolas a formas reproductivas más propias de los vegetales como sería el método de propagación vegetativa artificial denominado “injerto”.
A su vez, disponer de un útero no es una donación: las mujeres no hacen entrega de una parte separable de su cuerpo, más bien reciben debiendo soportar los efectos y transformaciones anatómicas, químicas, fisiológicas y psicológicas que ocurren en su cuerpo. Comparar las vicisitudes del embarazo, el parto y posparto, que pueden incluir consecuencias y secuelas permanentes o prolongadas en el tiempo, a “donaciones inocuas” como la donación de los gametos masculinos es de todo punto esperpéntico. Por último, describir el embarazo, parto y posparto como “molestias ocasionadas” por las cuales justificar compensaciones económicas convierte las capacidades reproductivas de las mujeres en objeto de transacción comercial y a los hijos nacidos en un bien con valor comercial: la familia no es un plan comercial con el que uno consigue su objetivo a cualquier pecio.
El feminismo dice No a la utilización de un lenguaje “esterilizado” que desfigura a las mujeres y la maternidad: las personas favorables a regular la práctica de contratar las capacidades reproductivas de las mujeres (vientres de alquiler) con la finalidad de obtener un hijo/a que ha de ser entregado a terceras personas recurren a todo tipo de eufemismos para enmascarar una modalidad contractual coercitiva en torno a la maternidad o al hecho de ser madre. Con La utilización de expresiones eufemísticas como “gestación subrogada” o “mujeres o cuerpos gestantes” se quieren ocultar palabras que al parecer de algunos son tabú como “embarazo”, “maternidad” o “madre”. A su vez, al describir el embarazo y parto como “proceso gestacional” pretenden transformar un hecho biológico irrefutable en un mero conjunto de etapas necesarias para concretar una operación contractual y artificiosa, quedando, así, el embarazo y parto desposeído de trascendencia alguna. Y ya, por último, despojado el embarazo y parto de toda relevancia biológica, social, cultural y simbólica nada les impide considerarlo un contrato de arrendamiento, pero, como puede parecer grosero, prefieren designarlo como “contrato de subrogación” y a los arrendatarios como “padres de intención”.
El feminismo dice No a la renuncia de nuestros derechos para satisfacer deseos o necesidades de terceras personas: Ni la libertad, ni la capacidad de decidir se pueden transferir a terceras personas. Los derechos no se ceden. Así es que cuando las personas favorables a regular la práctica de los vientres de alquiler afirman que “garantizarán los derechos de la mujer gestante” sólo cabe preguntarles ¿qué derechos? En este país la filiación y custodia materna se determina por el parto por lo que no es posible “garantizar” ningún derecho de la mujer embarazada si previamente y por contrato se le exige expresamente la renuncia a la filiación y la custodia. Nadie debería renunciar a un derecho por una “cláusula contractual”, pero transformar en ley la renuncia a ejercer la filiación y custodia, antes incluso de que se produzca el embarazo, es pura y simplemente fraudulento.
Últimamente, a su vez, las personas favorables a regular la práctica de alquilar las capacidades reproductivas de las mujeres prefieren describir el deseo de ser padres como “derecho a ser padres” o “derecho a la procreación”. Conviene recordar que no existe tal “derecho a la procreación”. Desde posiciones feministas la mera hipótesis de un “derecho a la procreación” no sólo nos remite a mandatos religiosos veterotestamentarios nada propicios a las mujeres, sino que además supondría la imposibilidad de articular legislaciones favorables a la interrupción del embarazo.
A modo de conclusión: es una falacia suponer que porque algo exista sea obligado regularlo. Expresado de otro modo, del hecho que una práctica sea real por una decisión, cuanto menos, irresponsable (el contrato de subrogación “es nulo de pleno derecho”) no se deduce que debamos aceptar que se regule. Cuando se afirma que la práctica de alquilar las capacidades reproductivas de las mujeres o “gestación subrogada” es una realidad, en verdad lo que se nos está sugiriendo es que quieren que sea de ese modo y que sus defensores ni conciben ni quieren decantarse por otras modalidades de acceso a conformar una familia como la adopción o la acogida de menores. Defienden en último extremo un modelo reproductivo eugenésico, discriminatorio y ultraconservador. Por ello decimos No.
Fuente: Tribuna Feminista